Cementerio de Granada
El cementerio de Granada, como ocurría en otros lugares dominados por los sublevados, se convirtió en un escenario de dolor y muerte. El cementerio de San José, situado en las proximidades de la Alhambra fue un espacio destinado al fusilamiento y entierro de las víctimas de la represión franquista. Allí perdieron su vida, junto a miles de granadinos corrientes, el antiguo alcalde, Manuel Fernández Montesinos, catedráticos de universidad como Joaquín García Labella, José Palanco Romero o Rafael García-Duarte Salcedo y otros elementos pertenecientes a los partidos y sindicatos de izquierdas. Diversos testigos oculares de aquellos acontecimientos han relatado pormenorizadamente la impresión que les produjo la incesante subida de camiones cargados de personas hacia el cementerio granadino, los cuales, tras su fusilamiento eran enterrados en fosas comunes. La escritora católica estadounidense, Helen Nicholson recogió en su diario cómo el ruido de los camiones que se dirigían al cementerio le despertaba todas las noches. Del mismo modo, Robert Neville, corresponsal del New York Herald Tribune que también se encontraba en Granada en aquellos trágicos momentos, escribió para su periódico sus impresiones sobre lo vivido:
"El camino hacia el cementerio pasa por la colina de la Alhambra. Un pasatiempo favorito y espantable consistía en contar las veces que pasaba el furgón militar, cerrado, portando en cada viaje una veintena de cadáveres. El día de la batalla del Albaicín pasó veintiséis veces. Las ejecuciones empezaron a multiplicarse de día en día. Los sentenciados a muerte se transportaban en camiones abiertos, rodeados por el pelotón de los fusilamientos. Unos minutos después se oía la descarga de fusilería. Y unos minutos más tarde los soldados estaban de regreso".
Pero el cementerio granadino no solo fue un espacio reservado para las víctimas de la maquinaria represiva rebelde. También era un escenario para honrar el sacrificio de los caídos del bando insurgente. Así ocurrió, por ejemplo, con el funeral del capitán Antonio Fernández Sánchez que, muerto en Sierra Nevada, fue subido entre grandes honores por las cuestas de la Alhambra hasta el cementerio municipal granadino. A este deseo de homenajear a los fallecidos del bando rebelde se sumó el propio Ayuntamiento granadino que no dudó en invertir una importante suma de dinero para crear una sección especial destinada a los caídos por Dios y por España en el patio de Santiago.
Con la llegada de la democracia, las tapias del cementerio, lugar donde fueron ejecutados la mayoría de los partidarios de la II República en la ciudad de Granada, comenzaron a ser lugar de conmemoración cada 18 de julio. Finalmente, algunas autoridades adoptaron políticas de recuerdo y reparación de aquellos asesinatos. En 2012 la Junta de Andalucía declaró el "Lugar de la Memoria Histórica". En julio de 2017 se inauguró un memorial en recuerdo a las víctimas, con una estética inclusiva y conmovedora: contiene todos los nombres, edades y procedencia de las víctimas de la violencia franquista en la provincia.
Fuentes y Bibliografía:
Archivo Histórico Municipal de Granada
La Vanguardia, 4-8-1936
Granada Hoy, 21-3-2012
El Independiente de Granada, 27-7-2017
BIBLIOGRAFÍA
Ian GIBSON: Granada en 1936 y el asesinato de Federico García Lorca. Barcelona, Crítica, 1986,
Helen NICHOLSON: Death in the morning. Londres, Lovat Dickson Limited, 1937 [Hay traducción española: Muerte en la madrugada. Granada, Atrio, 2007].